Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra,
De los que se levantan contra ellos. Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas,
De la vista de los malos que me oprimen, De mis enemigos que buscan mi vida. Envueltos están con su grosura;
Con su boca hablan arrogantemente. Han cercado ahora nuestros pasos;
Tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra. Son como león que desea hacer presa,
Y como leoncillo que está en su escondite. Levántate, oh Jehová;
Sal a su encuentro, póstrales; Libra mi alma de los malos con tu espada,
De los hombres con tu mano, oh Jehová, De los hombres mundanos, cuya porción la tienen en esta vida,
Y cuyo vientre está lleno de tu tesoro. Sacian a sus hijos, Y aun sobra para sus pequeñuelos.
En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.
Salmos 17: 7-15